sábado, 4 de mayo de 2013

El rey de los Goblins

Sin proponérselo, Elise me ha proporcionado esta tarde el arma perfecta para lidiar con Juliette de aquí a que me vaya. Es sábado, pero los padres tenían cosas que hacer, así que me ha tocado trabajar unas horas... Estábamos merendando y la pequeña ha montado un número teatral digno de Shakespeare porque la rebanada de pan que le había puesto estaba rota. Quería que se la cambiara por otra. Harta de esta clase de chorradas, me he dispuesto a ignorarla hasta que se cansase y se pusiese a merendar. Pero Elise no ha sido tan paciente, y de repente, en un tono de voz de lo más neutral, sin levantar la mirada del libro que estaba leyendo, le ha dicho: como no dejes de llorar de esta manera, voy a llamar al Rey de los Goblins y voy a pedirle que te lleve muy lejos de aquí. 

Me explico, le enseñé a Elise la película "The Labyrinth", y en el último mes la habremos visto unas tres veces. En ella, el Rey de los Goblins rapta al hermano pequeño de Sarah porque no deja de llorar y, a petición de ésta, lo encierra con él en su castillo. Y a Elise le ha fascinado la película, y llevamos días hablando de ella y escuchando la banda sonora. Le ha contado a Juliette - que alucinaba en colores- cómo sólo los hermanos mayores tienen el poder de contactar con él y pedirle que rapte a sus hermanos pequeños, y no a la inversa.

Juliette ha dejado de llorar en el acto, y tras procesar la nueva información, ha preguntado que quién era ese tal rey de los Goblins. Casi lloro de la risa cuando Elise le ha respondido: 'David Bowie'(que sale en la peli, y a quien Elise tiene últimamente en un pedestal). Al oír un nombre concreto, Juliette se ha asustado MUCHÍSIMO, se ha comido toda la merienda sin rechistar, y al terminar y antes de irse a jugar, ha dicho con un hilillo de voz: 'por favor, por favor, no le digáis que me lleve lejos de aquí'.




Printemps!

Quince grados. Parece cualquier cosa, y sin embargo se le descubren mil colores más a esta ciudad bajo un sol que, aquí, es un milagro. Descubres que la gente, y no sólo los foráneos, ¡sorpresa!, sonríe. Descubres los parques, los parques enormes, los lagos, las flores... los árboles de mi calle se han llenado de flores rosas y blancas que, lo juro, hace dos días no estaban ahí. La primavera en Bruselas hace que todas las ganas se concentren en salir a tomar el sol y a comer helados (sustitutos naturales de los gofres) pero, ay de mí, me quedan ONCE días para entregar el borrador del TFG. Lo que significa que mientras fuera los niños corren en bicicleta y, lo dicho, todo el mundo come helados en los parques, yo me encierro y tecleo, porque es lo que toca.
En casa... las niñas empiezan a comentar que no queda mucho para que me vaya, y a veces hasta lloran. Las peticiones de que regrese el año que viene ya no se escuchan, porque se sabe que caen en saco roto, que mis planes de futuro van por otros derroteros (a corto plazo, eso sí, que no descarto volverme con los belgas en otro momento de mi vida).
De nuevo se ha pasado el tiempo en un suspiro, y en cuanto pase mi visita madrileña del 17 al 20, apenas me quedará un mes en la belle Belgique. Y me da pena, me da rabia irme pero, esta vez clarísimamente, no hay discusión: quiero volver a Madrid. Ya me plantearé qué haré con los recuerdos; pienso en Kaunas y en Bruselas, y luego pienso en Sabina cuando canta lo de: 'al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver', y cruzo los dedos para que no haya nada de cierto en esa recomendación, al margen de la poesía en sí misma. Claro que, por esa regla de tres, no debería pisar Madrid de nuevo, ya que en pocos sitios he sido más feliz que ahí.
Simplemente escribo porque dejar el blog morir, ahora que aquí absolutamente todo está renaciendo, me da mucha pena. Igual se acaban las anécdotas y empiezan las invenciones, pero tened por seguro que no tengo intención alguna de abandonarlo.

Dos fotos del cumple de Jon. Sí, la ''tarta'' es un pollo. Somos así de especiales.