lunes, 16 de abril de 2012

Bueno. Vamos a ello.


Antes que nada voy a empezar contándoos cómo me  desperté ayer. Mi querido colega y compatriota Juan entró en mi cuarto junto a Jiri armados con un pez enorme en una bolsa de plástico, y lo dejaron cariñosamente en mi cama. Olía maaal y estaba en las últimas el pobre. Me plantearon -muy serios- el problema subyacente: había que buscarle un nombre al pobre bicho. No sé si pretendían que se convirtiera en el nuevo Sandokán, pero mal les salió la jugada, porque aunque lo depositaron en algún lavabo del 6º piso, pereció a los pocos minutos (cosa comprensible, demasiadas humillaciones en una sola mañana para el animal). Ajá, últimas noticias: me comunican que el amigo Volkan (el de las gafas de sol) está cocinando ese mismo pez en estos instantes, con intención de comérselo para cenar.

En fin, las cosas típicas de una residencia con Erasmus de por medio, ya sabéis. A la hora de comer tocó hablar de política, como ocurre muy a menudo, y nos desahogamos a gusto comentando la jugada maestra de JC, que tiene gracia lo de los elefantes. Mucha gracia. Dio para rato el tema.

Entre unas cosas y otras casi he terminé a las 6. Y como la mayoría de la gente tenía cosas que estudiar o estaba durmiendo la mona, me cogí la bici de Nacho y me fui a dar una vuelta al lado del río, que teníamos uno de esos domingos en los que quedarse encerrado en casa parece pecado portal, porque el sol y el aire te llaman a voces. 
Me quedé un rato tirada en el parque cuando me cansé de la bici, pensando en que inevitablemente esto termina ya... pero entonces apareció Nacho con la guitarra y pasamos una tarde genial de música y conversaciones sobre el futuro más cercano y el más lejano.

Y ahora, sí que sí, hablemos de Ucrania!
Primero os voy a copiar algo que escribí en la frontera entre Ucrania y Polonia, cuando tuvimos que esperar CUATRO horas a que interrogaran a tres pasajeros y a que nos devolvieran nuestros pasaportes.

Y, de Este a Oeste
¿qué barcos encallan,
qué sueños vuelan,
cuántos desisten?
180 minutos para entrar en una realidad que es opuesta en 180 grados. El gris tiñe los campos, los cielos, la arquitectura, las caras de los paisanos... y, si nos descuidamos, también el ánimo. Pero Kiev hace un esfuerzo sobrehumano por poner un pie en occidente, aunque el otro sea ruso hasta el tuétano. Sientes que podrías permanecer entre sus contrastes, pero la mirada en la nuca de los bloques parduzcos, vestigios del soviet aún no olvidado, te recuerda la sutil diferencia que introduce la Historia. Maldurmiendo en un vagón infinito llamado erróneamente "coche-cama", alcanzamos la costa de Ucrania y la esperanza de encontrar algo más hermoso. Pero Odessa es bastión ruso y el turismo para ella es algo extraño. Los turistas, locos desconocedores del idioma, que exigen lo que la ciudad no puede darles (mapas, por ejemplo...). Pero salimos de ésa, y si bien las playas no merecen tal nombre, de puro tristes, la Ópera es una lágrima de alivio y alegría entre adoquines. Las famosas escaleras del Acorazado Potemkin guían el rastro hacia el puerto y desde allí -ahora sí- el Mar Negro nos seduce la mirada. Odessa es un mundo muy alejado de nuestro mundo. Olores fuertes, gentes de mirada áspera. Se prestan a ayudar al extranjero y a un tiempo parecen temerle. Algo más de dinero nos otorga intimidad para dormir hasta nuestro siguiente destino, y Lviv parece sonreírnos. De influencia polaca, esta pequeña -muy pequeña- ciudad ha hecho del idioma su bandera. Y así, aprendemos enseguida que más nos vale quitarle la e al "priviet" del ruso y dejarlo en "privit" si queremos ser recibidos con calidez y no con simple cortesía. Los inicios del siglo XX nos miran intactos desde cada calle. Las mil iglesias confunden: la fachada bien puede hablar de culto ortodoxo, católico o grecolatino, pero en el interior dan la vuelta, y cubrirse o descubrirse la cabeza pronto se convierte en un juego aleatorio. Hay carteles en inglés, gentes que hablan español y -maravilla hasta ahora desconocida- una oficina de turismo. Unas futuras filólogas nos abordan a la hora de comer, y como una de ellas se entrena para pasear turistas durante la Eurocopa nos pide practicar con nosotros, pues "apenas se ven extranjeros por aquí". La iglesia armenia eclipsa mucho de lo visto con anterioridad, aunque nada es realmente eclipsable en Lviv. Un día después subimos al castillo que resulta no ser castillo, sino solo un recuerdo en forma de placa en lo alto de una colina cercana a la ciudad, y disfrutamos del regalo de un sol de abril que ya teníamos olvidado.

Salimos en un bus rumbo a Polonia, y la cabeza es una espiral de ideas. La palabra pobreza me llena el cerebro, pero me rebelo contra ella con todas mis fuerzas, porque en Ucrania hay mucho más de lo que se ve a simple vista. He descubierto el velo que cubre Europa del Este, y lo que he visto me atrae con mucha fuerza.
Gentes serias pero amables.
Historia antigua y muy reciente.
Un alfabeto precioso que ya estoy descifrando.
Y un deseo ferviente de que la inevitable y próxima invasión occidental no arrase con nada de lo que constituye un país único.

¿Quién dijo que Lituania era el Este? Ucrania se encuentra dividida entre los pro-rusos y los que pelean por la independencia, más similares a lituanos, letones... Nunca un viaje me hizo ser tan consciente de la realidad social y política de un país. Si en Lviv hablas en ruso, muchos no te contestan. En Odesa gran parte de la población simplemente no entiende ucraniano. Y en Kiev hacen el esfuerzo de llevarlos a la par, pero sale ganando el que fue impuesto. Es complicado.
He llevado un diario de viaje que guardaré como un tesoro, ya que en él dejé constancia de cada paisaje, cada encuentro, cada persona que nos ayudó cuando parecía imposible dar el siguiente paso, en ocasiones tan simple como comprar un billete de tren.

Esta vez, en vez de dejar fotos, he preferido mostraros un vídeo. La calidad es pésima, sobre todo debido a la falta de luz, pero lo importante es lo que decimos :P.

http://vimeo.com/40469008

Espero que os guste, perdón por la espera, me voy a dormir de cabeza porque he vuelto a salir esta tarde con la bici y estoy muerta (eso sí, he descubierto un sitio precioso en la orilla del río, que tenía hasta cisnes!).
Buenas noches!!!

Y ésta, de regalo. Soy yo con la "Gran Madre Patria", en Kiev :)




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