sábado, 4 de mayo de 2013

El rey de los Goblins

Sin proponérselo, Elise me ha proporcionado esta tarde el arma perfecta para lidiar con Juliette de aquí a que me vaya. Es sábado, pero los padres tenían cosas que hacer, así que me ha tocado trabajar unas horas... Estábamos merendando y la pequeña ha montado un número teatral digno de Shakespeare porque la rebanada de pan que le había puesto estaba rota. Quería que se la cambiara por otra. Harta de esta clase de chorradas, me he dispuesto a ignorarla hasta que se cansase y se pusiese a merendar. Pero Elise no ha sido tan paciente, y de repente, en un tono de voz de lo más neutral, sin levantar la mirada del libro que estaba leyendo, le ha dicho: como no dejes de llorar de esta manera, voy a llamar al Rey de los Goblins y voy a pedirle que te lleve muy lejos de aquí. 

Me explico, le enseñé a Elise la película "The Labyrinth", y en el último mes la habremos visto unas tres veces. En ella, el Rey de los Goblins rapta al hermano pequeño de Sarah porque no deja de llorar y, a petición de ésta, lo encierra con él en su castillo. Y a Elise le ha fascinado la película, y llevamos días hablando de ella y escuchando la banda sonora. Le ha contado a Juliette - que alucinaba en colores- cómo sólo los hermanos mayores tienen el poder de contactar con él y pedirle que rapte a sus hermanos pequeños, y no a la inversa.

Juliette ha dejado de llorar en el acto, y tras procesar la nueva información, ha preguntado que quién era ese tal rey de los Goblins. Casi lloro de la risa cuando Elise le ha respondido: 'David Bowie'(que sale en la peli, y a quien Elise tiene últimamente en un pedestal). Al oír un nombre concreto, Juliette se ha asustado MUCHÍSIMO, se ha comido toda la merienda sin rechistar, y al terminar y antes de irse a jugar, ha dicho con un hilillo de voz: 'por favor, por favor, no le digáis que me lleve lejos de aquí'.




Printemps!

Quince grados. Parece cualquier cosa, y sin embargo se le descubren mil colores más a esta ciudad bajo un sol que, aquí, es un milagro. Descubres que la gente, y no sólo los foráneos, ¡sorpresa!, sonríe. Descubres los parques, los parques enormes, los lagos, las flores... los árboles de mi calle se han llenado de flores rosas y blancas que, lo juro, hace dos días no estaban ahí. La primavera en Bruselas hace que todas las ganas se concentren en salir a tomar el sol y a comer helados (sustitutos naturales de los gofres) pero, ay de mí, me quedan ONCE días para entregar el borrador del TFG. Lo que significa que mientras fuera los niños corren en bicicleta y, lo dicho, todo el mundo come helados en los parques, yo me encierro y tecleo, porque es lo que toca.
En casa... las niñas empiezan a comentar que no queda mucho para que me vaya, y a veces hasta lloran. Las peticiones de que regrese el año que viene ya no se escuchan, porque se sabe que caen en saco roto, que mis planes de futuro van por otros derroteros (a corto plazo, eso sí, que no descarto volverme con los belgas en otro momento de mi vida).
De nuevo se ha pasado el tiempo en un suspiro, y en cuanto pase mi visita madrileña del 17 al 20, apenas me quedará un mes en la belle Belgique. Y me da pena, me da rabia irme pero, esta vez clarísimamente, no hay discusión: quiero volver a Madrid. Ya me plantearé qué haré con los recuerdos; pienso en Kaunas y en Bruselas, y luego pienso en Sabina cuando canta lo de: 'al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver', y cruzo los dedos para que no haya nada de cierto en esa recomendación, al margen de la poesía en sí misma. Claro que, por esa regla de tres, no debería pisar Madrid de nuevo, ya que en pocos sitios he sido más feliz que ahí.
Simplemente escribo porque dejar el blog morir, ahora que aquí absolutamente todo está renaciendo, me da mucha pena. Igual se acaban las anécdotas y empiezan las invenciones, pero tened por seguro que no tengo intención alguna de abandonarlo.

Dos fotos del cumple de Jon. Sí, la ''tarta'' es un pollo. Somos así de especiales.


domingo, 7 de abril de 2013

De manifestación

Dos años hace de aquella primera manifestación en Madrid, que para mí fue el aperitivo de la acampada en Sol y todo lo que ha ido sucediendo hasta hoy. Y hoy, en Bruselas, hemos salido de nuevo a la calle (esta vez, milagrosamente, bajo el cielo azul!!) para manifestarnos contra la precariedad laboral, y hemos gritado bien claro el #nonosvamosnosechan por todo el centro de la ciudad. Hemos terminado sentados en la Grand Place haciendo asamblea, pese al frío, llamando la atención de los turistas.

La noticia en Público

Así nos han sacado en Público


martes, 2 de abril de 2013

Arcs 1950 y Oslo






Bien, empezaré por los Alpes y después me remontaré al viaje a Oslo, del cual aún no os he contado nada. (Clic en las fotos para verlas en grande, familia) De acuerdo, marzo está prácticamente ausente en el blog, pero ha sido un no parar continuo, y los ratos libres los he dedicado enteramente al TFG (y a salir por ahí y a ver The Big Bang Theory, vale). El caso, EL CASO es que no tenía ningún tipo de ganas de venirme de viaje pijo a esquiar... Me arrepentí mucho (mi madre lo sufrió en continuas llamadas de Skype) durante las semanas pasadas de haber aceptado la propuesta de pasar las vacaciones con ellos. Ni siquiera la tentación absoluta de ver los Alpes me compensaba. Pero no podía volverme atrás de ninguna forma, ya estaba todo reservado. Así que hice maletas (me dejó la madre un traje de esquí, por si quería probar) y el viernes a las 8 de la mañana cogimos un par de taxis camino al aeropuerto de Bruselas, en Zaventem. Sin embargo, he tenido que tragarme mis prejuicios una vez más, porque está siendo muy agradable.

Viajamos la madre, los tres hijos y una servidora. El padre no, se ve que tiene mucho trabajo. El vuelo hasta Lyon fue cortísimo, hora y media, pero después cogimos un taxi durante tres horas que nos subió montaña arriba. Íbamos todos con las bolsas preparadas por si acaso, menudo mareo de puertos. Para colmo, la mayor y yo íbamos sentadas de espaldas. No digo más, os podéis imaginar el estado en el que nos encontrábamos al bajar del coche.


Según íbamos subiendo, el paisaje se volvía más alpino; ya era evidente que estábamos allí. No me lo creía, y, además, ¡cuánto he echado de menos las montañas! Porque Bélgica es tan llano como lo era Lituania. Total, que llegamos, y descargamos todas las maletas. Estamos en Arcs 1950, un "pueblo" compuesto de comercios y apartamentos para la gente que viene a esquiar. Mirar por cualquier ventana es sinónimo de pensar que estás en la típica postal navideña; y todo está lleno de familias francesas e inglesas. Como me explicó tranquilamente mi jefa: ésta es una zona muy cara, casi de lujo; Arcs 2000 y Arcs 1800 son más... populares. En fin.


El caso es que es cierto, que esto es de lujo y hay ratos en los que me da un poco de vergüenza ajena ver cómo un pequeñísimo porcentaje de personas se gasta millonadas en unas vacaciones de diez días. Y todo es rematadamente caro: por ejemplo, el wifi cuesta 10 euros al día.
El sábado me pusieron un profesor particular de esquí durante dos horas, pagado por la madre. El tipo era muy majo, hablaba un mix de inglés y francés que nos generó más de una confusión, pero el caso es que sólo me comí la nieve cuatro veces, y terminé encantada. Esquiar es una pasada, y yo, que hasta hace dos días era novata, voy por las pistas, con el Mont Blanc al fondo, boquiabierta. Ayer me metí en una clase grupal, en la que todo el mundo tenía más de 40 años, y al principio todos pensaron que era hija de una de las señoras. Cuando les saqué de su error y supieron que era una au pair, me hicieron bastante menos caso.
Anoche me metí en la cama con un poco de fiebre y un catarro de aquí te espero, así que hoy me he quedado tranquilamente dedicada al TFG y bebiendo infusiones.
Los miembros de la familia, están todos ocupadísimos. Las niñas tienen cursos de esquí, la pequeña todo el día y la mayor por la mañana, pero por la tarde se va a esquiar de nuevo con la madre y el hermano, que a su vez también esquían durante toda la mañana. Sobre las 6 solemos bajar a la piscina, de la cual ya haré fotos, porque cuando la vi sí que me quedé sin palabras. Está en una terraza, en la parte baja del hotel, y es climatizada, claro. Nos bañamos mientras nos cae la nieve encima, y vemos pasar a los esquiadores a cien metros de distancia. Desde luego es una experiencia... y se me debió notar en la cara el primer día que estaba alucinando, porque la mayor se rió y me dijo: tienes mucha suerte por estar en una familia rica como la nuestra. Ale.

Pero bueno, dejando esos pequeños detalles aparte, no me arrepiento de haber venido. La semana que viene será un rollo, porque ninguno de mis amigos se queda en Bruselas, y además las crías siguen teniendo vacaciones, pero supondrá -por tanto- un avance significativo en el TFG. Sé que no debería, porque quedan dos meses, pero empiezo a sentir cómo me sube el agobio por el cuerpo.

Y hablemos de Oslo.
Tuve suerte de conseguir aquellos dos días libres, y desde luego que los aproveché bien. Me moría casi literalmente de ganas de ver a Mérope, así que iba feliz de la vida, con el único temor de gastar más de lo que mis escuetísimos ahorros podían permitirse. Ver Noruega desde arriba ya daba frío. Era una masa blanca con manchas negras (bosques). Por primera vez en mi vida vi playas congeladas. Al llegar a Rygge (aeropuerto bastante lejos de la ciudad, cómo no, querida amada y odiada Ryanair) conocí a una Erasmus francesa con la que fui conversando hasta la capital noruega (28 euros de tren, descuento de estudiante incluido -dolor-), majísima la muchacha: me llevó a la oficina de turismo y se quedó conmigo prácticamente hasta que llegaron Mérope y Dani

Entonces nos dirigimos hacia la casa en la que nos íbamos a alojar gracias a ese invento maravilloso llamado Couchsurfing. El noruego que nos abrió la puerta era bastante majo, aunque un poco aburrido, y a pesar de que el apartamento era muy pequeño, nos dejó un cuarto con dos colchones, almohadas y mantas de sospechoso aspecto, donde pudimos dormir bastante a gusto... 

A la mañana siguiente nos lanzamos a la aventura noruega, que empezó de la peor forma posible. El metro costaba unos 3,70 euros, así que decidimos colarnos, ya que nuestro couchsurfer nos había dicho que casi nunca había problemas, y que si pasaba un revisor simplemente nos echarían del tren y podríamos escaparnos fácilmente. Pues primera y última vez que me cuelo en un sitio sin pagar... en la segunda estación nos topamos con un control de al menos diez vigilantes, que nos hicieron entrar en un cuarto y querían llamar a la policía y multarnos con cien euros a cada uno. Probablemente pensaron que éramos emigrantes sin papeles o algo así, porque para evitar que nos cogieran los datos, no se nos ocurrió otra cosa que decirles que no teníamos los DNI's encima (estúpido por nuestra parte, vale, ya está asumido). Luego les dijimos que no teníamos tarjeta de crédito, que sólo teníamos euros (mentira, pero ellos no tenían por qué saberlo y allí no había forma de cambiar a coronas noruegas)... total que después de mucha tensión y tratarnos fatal, conseguimos que "sólo" nos cobrasen una multa. 100 euros entre los tres. Como decía, empezábamos con buen pie...

Pero en seguida mejoró el día, porque nos bajamos en la última estación y nos adentramos en el bosque. Había un lago helado inmenso en el que la gente estaba esquiando, y paseamos durante mucho tiempo disfrutando de la naturaleza salvaje. Nos asustamos un poco al desviarnos del camino, pensando que podríamos encontrar algún lobo, ya que vimos huellas frescas, pero nada, volvimos sanos y salvos a orillas del lago para hacer una fogata y comer el maravilloso embutido que habíamos llevado. (Regla número 1 si vas a Noruega y tienes poco dinero: compra la comida antes de volar, porque allí es desorbitantemente cara). Al caer la tarde volvimos a Oslo, y turisteamos por el centro de la ciudad. La Ópera es lo que más merece la pena, no hay grandes edificios antiguos en los que recrear la vista; es una ciudad muy moderna, me recordó con mucho a Helsinki.

Al volver a casa cocinamos pasta, y pronto tuvimos fiesta, porque Arne -el noruego- había invitado a unos amigos rumanos y a otro noruego que tenía unas chicas americanas alojadas en casa. Resultaron ser estudiantes de español que venían de Sevilla, y me contaron durante horas la pena que les daba perderse las celebraciones de Semana Santa en España. Jugamos al Jungle-speed y estuvimos de tertulia hasta media noche o así; luego intentamos irnos a dormir porque queríamos levantarnos pronto al día siguiente, aunque siguieron la fiesta hasta las 3 de la mañana, con lo cual dormimos poco.

El domingo, efectivamente, nos levantamos tarde, así que comimos algo rápido y salimos a buscar un famoso parque de esculturas situado al norte. De camino allí fuimos cantando por la calle (no había apenas gente) y descubriendo la parte rica de la ciudad. El parque era una pasada. Las esculturas, en su mayoría, representaban adultos y niños y, también en su mayoría, daban un poco de angustia, pero algunas eran muy bonitas. Nos llevó prácticamente todo el resto del día, aunque al volver paseamos por el puerto y nos permitimos el lujo de comernos un gofre con chocolate que nos supo a gloria. Pero las calles estaban llenas de hielo, y hacía mucho mucho frío, así que nos volvimos a casa de Arne. Dani se fue con él a ver un concierto de jazz, pero nosotras estábamos agotadas, y nos quedamos viendo los Simpson en su televisión-pantalla de cine y hablando, hablando, hablando.

Y el lunes por la mañana fuimos a ver la zona pobre de la ciudad, con cárcel incluida, que daba bastante miedo; y al jardín botánico. Entramos en una tienda de guitarras, donde estuvimos probando ukeleles, comimos en un McDonalds, en un derroche increíble (15 eurazos el menú) y volvimos casi corriendo, porque a las 5 salía mi tren de vuelta a Rygge.

En resumen, POR FIN un viaje, si bien breve, también intenso, en el que con dolor tuvimos que renunciar a visitar los fiordos- por falta de tiempo y dinero- lo que me hace tener una deuda pendiente con Noruega, que espero subsanar relativamente pronto. Los noruegos parecen hechos de otra pasta (desde luego no sé cómo sería yo si viviese tantos meses al año en ese estado de congelación...) y la ciudad es un tanto futurista. Merece sin duda la pena.





























martes, 26 de marzo de 2013

La magia de la lectura

De acuerdo, marzo ha pasado en un suspiro, y apenas habéis tenido noticias mías. Pienso redimirme esta semana, tengo muchas cosas que contar y muchas muchas fotos que subir. Pero quería dejar constancia de que hoy, hace diez minutos, ma petite Juliette ha terminado de leer su primer cuento "largo". Por supuesto, ha sido la Bella Durmiente (¿alguien lo dudaba?), pero lo ha leído ella sola y del tirón, mientras yo le apuntaba algunas palabras difíciles e intentaba no emocionarme demasiado. No sé si me ha gustado más oírla y ver el fruto de cinco meses de trabajo (cuando yo llegué aún no leía), o ver en sus ojos el ansia por leer otra página, y otra, y otra; y la sonrisa de satisfacción plena que tenía cuando hemos cerrado el libro. Parecía no creérselo. Me ha dado hasta envidia :)

martes, 5 de marzo de 2013

Una de sobremesa

Acabo de subir de una sobremesa de media hora con Madame Martin, que me ha recontraencantado. Digamos que hemos estado hablando sobre su pasado y mi futuro. De cómo está la situación actual, de cómo a veces buscarse la vida fuera de casa puede ser tan duro como emocionante, y de que el esfuerzo (y los malos tragos) dan sus frutos. Ellos se fueron jóvenes a los Estados Unidos, me ha estado contando los inicios por allí, con un bebé, sin conocer apenas a nadie... me he quedado pensando en que una vez más me he tenido que comer mis prejuicios con patatas. Pero bueno, esto no quita para que las niñas sigan estando mimadas, que conste. Aunque con un poco de mano izquierda voy ganando todas las batallas. Hoy ha salido el sol por segundo día consecutivo, y me he pasado la tarde con Juliette en el parque. Aquí, en Bruselas, cerca de la zona de la Unión Europea, las conversaciones de dos niñas de cinco años que se conocen en un parque empiezan asi: ¿tú qué idiomas hablas?. Ha sido interesante, desde luego, sobre todo porque la otra niña hablaba francés, neerlandés e italiano, pero su señor abuelo y yo misma aún no dominamos el francés, así que he tenido una clase de italiano express

En fin. Febrero es un mal mes desde que el mundo es mundo (cada año me reafirmo más en mi teoría) pero ya se ha terminado, y además este viernes aterrizará un comité madrileño que me hace muchísima falta, así que estoy relajada y feliz.

Aquí os dejo a Nifty en una de las muchas ocasiones en que viene a mi cama a amodorrarse. 

Enviar trece páginas de trabajo al tutor, salir a correr disfrutando de un sol milagroso en Bruselas y sentir que en una mañana has tomado las riendas de tu vida (aunque sea mentira!).


viernes, 1 de marzo de 2013

¿Tragedia de Fin de Grado?

El fin de semana que viene aterriza visita procedente de Madrid, así que durante la semana tendré que adelantar mucho material del Trabajo de Fin de Grado. Terminaré la parte más teórica y empezaré con el análisis de noticias, de donde espero sacar las evidencias que empiecen a dar consistencia a la hipótesis... De nuevo empiezo a sentirme emocionada, como en los mejores momentos de la carrera, y se me llena la cabeza de pájaros que dicen que algún día podré ejercer de periodista y hacer algo que aporte un 0.01% de mejora en estos tiempos de mierda que corren. Claro que luego levanto la vista del micromundo tfgeriano y el mundo real que veo me dice otras cosas. Pero tirar la toalla desde ya sería insultarme a mí misma.

Leo sobre la campaña #nonosvamosnosechan que está cogiendo fuerza estos días en internet, y que recoge las voces de un montón de gente que se está marchando de España porque la realidad se impone, y es tan cruda que ya no hay quien se la coma. Y yo, que estoy en este año-limbo, que me asomo al precipicio sin saber qué sentiré cuando presente el TFG (seguro que mucho alivio no, precisamente), tengo una duda infinita entre quedarme aquí en Bruselas y buscarme la vida (como dicen por ahí, si tengo que terminar fregando platos, por lo menos que sea en inglés, francés o cualquier otro idioma...) o volver y pelear por poder realizarme profesionalmente cerca de casa (no digo ni siquiera Madrid) y no tener que saber de la gente que quiero a través de Skype mes tras mes.

Javier Gallego: "No se van, los echan. Los echan de las empresas en las que trabajaban. Los echa un gobierno que reduce la inversión en Investigación, en Educación y en becas. Los echa un sistema podrido que roba a los de abajo para dárselo a los de arriba, que premia a los que nos hunden y ahoga a los que están hundidos. Los echa el hedor insoportable de las alcantarillas del poder. Se van porque quedarse sería como hacer una huelga de hambre forzosa. Para que no se vayan más, para que no nos echen, tenemos que echarles".

Es terrible el drama de quien pierde su puesto de trabajo, más si es a una cierta edad. Es terrible la situación de quien ve recortados su sueldo y sus derechos laborales, ajustando hasta la asfixia los malabarismos de la economía familiar. Es terrible porque se derrumba lo que habías construido y creías seguro. Y entonces peleas para defender lo que es tuyo. Decidme ¿qué hay de los que recién llegamos a la puerta tras la que se supone que deberíamos empezar a construir y nos la encontramos tapiada? Tras meses y meses así, la sensación final es de frustración tal que empiezas a sentir que mendigas algo que deberías ser capaz de autogenerar. Que no vales, que algo hiciste muy mal: una carrera equivocada, pocos idiomas. Que no tienes iniciativa, porque si la tuvieras tendrías curro; que quien la sigue la consigue, que quien busca trabajo lo encuentra.

No es comodidad, nadie puede hablar ya de gente vaga ni de desgana. Tampoco defiendo que seamos la generación más preparada de nuestra Historia -demasiada presuntuosidad- pero a diario veo multitud de buenas ideas que van cayendo en saco roto. Renuncias. Y la frustración va ganando la batalla a mucha gente que ni llega a los 25 años, y esto es algo deplorable. No voy a autocompadecerme de mi generación, muchos en la historia ya emigraron y sobrevivieron, y muchos más lo están haciendo ahora y si de algo somos capaces es de adaptarnos. La precariedad nos ha vuelto astutos, ágiles, más "espabilados", que diría mi abuela. Somos listos, y queremos ser útiles para salir del agujero, pero es que además queremos comer, y pagar un alquiler, y no seguir dependiendo de nuestros padres hasta el día del juicio, perdonen si les parecen demasiado exageradas las exigencias.

Y es cierto, es casi una evidencia: probablemente no llegaremos a ser los profesionales que una vez soñamos. O, si lo conseguimos, desde luego no será cerca de casa. Pero lo bueno es que esto último ya apenas nos importa, es el mal menor. Huir, "escapar de aquí antes de que cierren las fronteras" (me decía ayer un amigo desde España) es el objetivo.

Miren, el espíritu aventurero y quijotesco podrá estar aquí, grapado al pecho, dentro, enquistado en el ADN si quieren. Pero no nos vamos por gusto, nos están echando del país.


sábado, 23 de febrero de 2013

23F

Planes de viajes. Planes reales, como los del año pasado. Basta de visitas de un día que saben a poco y me dejan con la sensación de ser una mujer pegada a una cámara persiguiendo monumentos. Me marcho a Noruega. Bueno, todavía no, pero iré en marzo. Un vuelo barato, el ánimo de Bea desde Berlín y la llamada de los fiordos lo han hecho posible. Habrá que exprimir al máximo esos cuatro días.

Ahora, sábado por la noche, estoy trabajando porque los padres se han ido de cena. Un gran amigo anda gritando por el chat de facebook: Jefes de Elena, dimisión! Movimiento de afectados por los jefes de Elena. Y me río, pero casi por no llorar, porque me fastidia horrores tener que perderme una noche de sábado, con la poca fiesta que tenemos en general... Pero el día ha sido muy provechoso.

Hoy, en Bruselas hemos hecho nuestro pequeño 23F. Pequeño, porque no éramos más de cuarenta personas, pero aun así hemos desafiado al frío y a la nieve para aguantar en la Bourse durante una hora, con pancarta, sobres gigantes de colores y dibujos de tijeras incluidos. Yo he quedado con Irene y Albert, para ir, y al principio parecía que allí no aparecía nadie, porque sólo había varios grupos de dos o tres personas frente a la Bourse... pero al final nos hemos juntado, algunos del 15M-Bruselas han sacado una pancarta y nos hemos subido a las escaleras del edificio de la Bolsa. Los transeúntes nos miraban bastante pasmados, muchos turistas nos hacían fotos, y cuando nos hemos puesto a corear las míticas canciones se ha ido animando la protesta. Han pasado varios coches de policía por el bulevar de Anspach, pero ninguno se ha fijado en nosotros... no sé si eso es bueno o malo.

Por lo demás, la vida sigue normal y corrientemente... me siento feliz por haber conseguido dos días libres para poder irme de viaje. Se lo pedí a la madre estando segurísima de tener la razón de mi lado, pero no pareció sentarle muy bien. No le ha molestado para nada darme esos dos días, de hecho me ha dicho que se podrán arreglar perfectamente sin mí, pero me dio la impresión de que no lo consideraba apropiado. Sin embargo, desde mi punto de vista creo que tenía todo el derecho del mundo. He hecho bastantes babysittings, he cambiado planes cuando me lo han pedido, no tienen una sola queja... y creo que todo el mundo merece alguna compensación de este estilo. 

De todas formas, también lo considero justo porque esta primera semana tras las vacaciones de carnaval, ha sido infernal para las niñas, y por extensión, para mí. Las vacaciones las relajaron en exceso, y volver a las obligaciones les ha sentado fatal... tan mal que hemos tenido varios episodios de enfrentamientos a grito pelado, pataletas, escupitajos, lanzamientos de puré de patatas contra el pelo de Elena... en fin un poco de todo. Mis nervios han demostrado no ser de acero. Además, van a venir al colegio examinadores de una importante academia londinense de arte dramático (sí, como lo leéis), y las niñas tienen que memorizar y recitar cada una un poema. Y ¿a quién le toca ayudarlas a hacerlo? A una servidora, por supuesto.

Pese a todo esto, hay una noticia maravillosa, que si bien no lo es tanto como el viaje a Noruega, seguro que al menos a mis padres les hará más ilusión... el Trabajo de Fin de Grado avanza, voy redactando a un ritmo razonable, y puede que mis expectativas de terminarlo a mediados de abril se hagan realidad. La verdad es que sería feliz, porque pese a lo que me emociona y gusta el tema, no paro de pensar que su escritura será el precio de mi libertad. Y quiero pagarlo ya.

martes, 19 de febrero de 2013

Falta de comunicación con los padres... mal trago para la/el aupair

Antes de venir a Bruselas, lo que más miedo me daba era no compenetrarme bien con la familia, ya que como futura aupair sabía que me tocaría pasar mucho tiempo con ellos. Sin embargo, me llevé una muy buena impresión, y desde que llegué nunca he tenido un problema. Se portaron con muchísima amabilidad, no me han agobiado en ningún momento ni -por supuesto- hemos tenido problemas "laborales". Mis obligaciones estuvieron claras desde el principio, y con una sola excepción, no se han excedido. En ese sentido, soy consciente de la suerte que tengo, conociendo los problemas a los que se enfrentan otr@s aupairs.

Sin embargo, desde hace un par de semanas, me siento rara en la casa. Al principio pensé que tendría relación con el incremento en mi vida social, que ha hecho que muchos fines de semana apenas pare por casa. Pero esto lleva siendo así desde que volví en enero. Entonces, ¿qué es lo que pasa?

Muy sencillo: necesito intimidad. Parece una obviedad, pero necesito llegar a casa a las 12 y poder entrar en la cocina a coger un yogur sin miedo a despertar a toda la casa (las puertas son antiguas y hacen muchísimo ruido). Necesito no tener que dar el parte de si voy a venir o no a comer, porque como ya les he comentado algunas veces, mis fines de semana no están planificados milimétricamente. Necesito, básicamente, terminar de trabajar y no tener que aguantar una cena familiar con sus broncas y sus tonterías... cuando muchos días lo que necesito es tirarme en la cama y dormir directamente. No termino de sentirme cómoda.

Claro, guapa, pero ya sabías a lo que ibas, diréis. Pues sí y no. Porque casi preferiría que no me tuviesen tan en cuenta para todo. Entrar en una familia con niños pequeños supone adaptarse a un ritmo en el que todo ha de estar bajo control, y eso termina incluyendo a la aupair. Y no me gusta. Estoy viendo que la raíz del problema es la falta de comunicación... que siempre es el origen de todos los males, así que tendré que hablar con la madre al respecto. Por lo pronto voy a decirles que no cuenten conmigo los fines de semana para las comidas y las cenas. Que si vuelvo más tarde ya comeré lo que haya.

A ver cómo se lo toman...

lunes, 18 de febrero de 2013

Es tan importante encontrar a esas personas con las que dormitar en un sofá cualquiera de un bar/kot cualquiera en un domingo cualquiera... Es vital. Igual por eso termino siempre sonriendo. 

SOL

Bélgica es así, y tras un fin de semana nublado, fresco y gris, acabo de despertarme sin necesidad de apagar alarma alguna, porque no hay una sola nube y la luz me está cegando. Pequeño milagro de lunes. Quisiera saber qué hemos hecho para merecer esto... para poder repetirlo y tal. Hasta la casa parece diferente, con todas las ventanas y vidrieras que tiene, la luz entrando a raudales crea espacios hasta mágicos. Hoy podría escribir toda la mañana, o salir a hacer fotos. Pero el TFG me espera con mucha impaciencia, así que cruzaré los dedos para que esta maravilla de mañana se repita pronto.

domingo, 17 de febrero de 2013

Del porqué de los dragones

Me trajeron un cuento a la cama. No era muy largo, suficiente para dormir sin soñar más de la cuenta. Uno de aquellos repletos de seres mitológicos, salvajes y atrevidos, que se tiraban sin pensarlo dos veces desde las cimas más altas. Habitaban en tierras fértiles, de vegetación casi atávica, un universo vegetal desconocido. Y eran bestias satisfechas, cuanto tenían era suficiente. Pero uno de los dragones miraba siempre al horizonte, por encima de la muralla verde, en búsqueda de la próxima maravilla. Era un dragón pequeño, negro. Uno que podría habitar en mi hombro, que anidaría en mi espalda. Tenía los ojos azules y mucho miedo al desierto. No se veía capaz de cruzarlo, temía dejar la fortaleza vegetal. Pero le retaba la arena caliente. Yo quería llevarlo conmigo y cruzar el desierto a su lado, averiguar qué había más allá. Y le dejé habitar en mi hombro, se hizo hueco en la piel de mi espalda.  Carne de mujer camuflada en metal de reptil. Garras y escamas fundidas en piel humana. Él era pequeño, tenía miedo; y yo no había salido de la cama, iba en pijama, pero estábamos dejando atrás la fortaleza vegetal. 

Estábamos cruzando el desierto, y al otro lado esperaba el futuro.

Brugge



De nuevo, sábado de excursión y turisteo. El tiempo fue benévolo y terminamos el día en Brujas tirados en un parque bajo un molino, porque disfrutamos de temperaturas paradisíacas que rondaban los 4ºC.

Mis ganas de ir a Brujas eran máximas desde que llegué a Bélgica, por todo lo que había leído, visto y escuchado sobre esta pequeña ciudad. Y al llegar, la primera impresión me dejó un poco fría. Ya la madre de mis niñas me había advertido: ir cuando está nublado puede ser un poco decepcionante. Y, sin embargo, cuando llevábamos un rato paseando, y vimos los primeros canales, dejó de importarme la falta de sol. No me ha parecido una maravilla, pero tiene encanto. Brujas es una ciudad que vive por y para el turismo, muchos compartían la opinión de que parecíamos estar caminando por un decorado: las pequeñas casas con puertas de colores, las flores, las gaviotas, los puentes sobre los canales, los carruajes circulando sobre las calles adoquinadas...

Las fotos y las conversaciones se iban entrelazando, cada cosa a su momento, íbamos intercambiando cámaras, fijándonos en detalles, detectando tiendas de piercings y tatuajes (está creciendo un plan de ir en grupo, a ver si conseguimos alguna oferta interesante), planeando próximas visitas a Ámsterdam y Luxemburgo, todo sin dejar de caminar.

Cuando encontramos los molinos, estábamos un poco agotados, y nos sentamos en el césped a observar Brujas desde las "alturas", comentando -entre otras cosas- la ingente cantidad de españoles que nos habíamos cruzado por la ciudad a lo largo del día. Y ya de vuelta a la estación, de noche, intentamos entrar a una cafetería en busca de gofres, pero nos dijeron que estaban a punto de cerrar, siendo las 6 y media de la tarde. Lo que no entiendo es por qué nos seguimos llevando las manos a la cabeza... Europa es así.

En el calor del tren, a la vuelta, medio amodorrada por el cansancio, me vinieron a la cabeza los planes de futuro: ahorrar, buscar un máster y un curro, encarrilar la vida en alguna -mínima- dirección. Y hay mucha incertidumbre, pero empiezo a valorar la idea de probar suerte aquí, ahora que he comprobado que los belgas no son tan raros, y que aunque el metro y las tiendas cierren pronto, el cine sea caro y la humedad se te meta todo el tiempo bajo la ropa, Bruselas casi siempre es sinónimo de calma, y empezar de cero me está gustando más de lo que creía...