jueves, 10 de noviembre de 2011

Tres días de relax...

en ESTOCOLMO!!!

Bueno, relax es un decir. Ana, fan a muerte de los suecos, pretendía hacernos levantar a las 7 de la mañana. Al final aplacamos su ansia turística y conseguimos que el toque de diana fuese a las 8:30, lo que no está tan mal.
Salimos del pequeñísimo aeropuerto de Kaunas para ir a parar a Skavsta, otro casi más pequeño situado a 100 kilómetros de la capital sueca. Por suerte el autobús era más que cómodo y dormimos una horita en él hasta alcanzar Estocolmo.
Sabía que eran 7 islas, pero no que me impresionarían tanto. Las casas rozaban el agua en algunas de ellas. Al ser de noche, se veía infinidad de luces reflejadas en las ondas y en las olas provocadas por algunos barcos tardíos. Era muy bonito. (Y cuando digo bonito, quiero decir muy bonito)
Dejó de serlo cuanto tuvimos que caminar (y caminar y caminar...) hasta encontrar el hostel; estaba en una zona de obras, y todo el arsenal nos despistó varias veces hasta que conseguimos entrar. Al entrar, pegado en la puerta de recepción descansaba un sobre con las llaves del cuarto y ciertas instrucciones. Allí no había nadie más. Así que entramos en la habitación, nos acostamos en nuestras camas de IKEA con sábanas de IKEA y dormimos plácidamente.
El primer día lo dedicamos a la ciudad vieja por completo: calles pequeñísimas y adoquinadas, casas rojas, farolillos de Navidad, alces y gnomos por todas partes... parecía una especie de cuento. Y contrastaba enormemente con dos cosas: con los enormes edificios modernos al otro lado del puente y con el cielo, siempre gris. Comimos de bocatas por la calle (QUÉ CARO ES TODO, coger el metro nos costó 7 euros...)
y después de visitar el palacio real paseamos cerca del río e hicimos una vista al H&M (en Kaunas no hay, y aprovechando que en Suecia es más barato...). Después de la cena salimos a buscar algún sitio para ir de fiesta, pero nuestro gozo quedó en un pozo porque al ser domingo estaba prácticamente todo cerrado. Así que nos volvimos al hostel.
El segundo fuimos a Skansen, un museo al aire libre en el que hay casas y granjas traídas de toda Suecia, además de una especie de zoológico con animales nórdicos (renos, alces...). Hacía un frío que pelaba, pero mereció la pena: las vistas de la ciudad eran preciosas y los parques que lo rodeaban, igualmente. Era como el otoño elevado al máximo exponente, incluso más que aquí en Kaunas: todo el suelo lleno de hojas marrones, árboles rojizos, anaranjados y amarillos. Precioso.
Paseamos al lado de los muelles un rato más, viendo los barcos, y de nuevo callejeamos por el centro de la ciudad, admirando cada edificio; y fuimos a comprar postales y recuerdos varios. Al llegar al hostel cenamos con otros españoles que venían de Holanda, y terminamos con una larga sobremesa en compañía de un egipcio y un chino, hablando de la crisis, de las revoluciones árabes y un  poco de todo. Salimos, pero ya sin intención de fiestear, porque estábamos molidos. Buscamos el Hard-rock café de Estocolmo, hicimos unas cuantas fotos y nos volvimos a dormir.
Y ya, el último día lo que hicimos fue coger el metro y un bus para buscar la residencia de los reyes y príncipes y blablabla, porque a Ana le hacía muchísima ilusión. Nacho se quedó en la ciudad, y por un rato pensé que tenía que haber hecho lo mismo, porque a mí qué me importa ver otro palacio más, que son todos iguales. Pues bueno, sí, el palacio no tenía nada de especial, pero el entorno era una pasada. Lagos, bosques, colinas, pequeños pueblos. Empiezo a pensar que todo lo que no se parece a mi casa (quien dice mi casa dice Madrid, España, lo cercano) lo percibo como otra realidad, como un cuento.

Y con las mismas, después de pasar allí toda la mañana, nos volvimos a Estocolmo para coger el bus que nos devolvería al aeropuerto. Qué impresión -una vez más- que anocheciera a las 3 y media de la tarde. Es ahora cuando entiendo los horarios que lleva esa gente. ¿Cómo no vas a cenar a las seis? Lo que me extraña es que no se vayan a dormir a las 8, desde luego...

Aún tuvimos que esperar en Kaunas 40 minutos a que llegara el autobús que va del aeropuerto a la ciudad. Ya íbamos medio dormidos y muertos de cansancio, pero nuestras georgianas, con las que compartimos pasillo todos los españoles, se encargaron bien de despertarnos y darnos la bienvenida. Da gusto volver y sentirse a gusto, valga la redundancia, en este cuarto enano y compartido que me encanta.

Y ahora, como siempre, fotos!!

Los viajeros: Mai, Ana, Nacho y yo

Bajando del avión

El aeropuerto, que parecía de Ikea

El sobre del hostel :)


Con el ayuntamiento de fondo









































1 comentario:

  1. Voy poco a poco leyéndome tu blog. Las fotos de Estocolmo son muy bonitas, pero ¿y la gente? Estarán todos en Canarias, digo yo.

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