domingo, 17 de febrero de 2013

Amberes, Malinas, cerveza y despedidas.

Estoy sentada escuchando la noche de baladas en RockFM, aunque a duras penas, porque vuelve a diluviar sobre Bruselas y el ruido es constante. Pienso en lo que significan para mí las caras que me he ido encontrando en este año y medio de aviones, y sigo creyendo que lo mejor de los viajes son las personas que te encuentras en el camino. Los paisajes y las ciudades vienen inmediatamente después, pero quien te deja marcas es la gente, sobre todo la que nada tiene que ver contigo. De Kaunas salí con un puñado de amigos de lo más variopinto, y me hace feliz que tantos meses después lo sigamos siendo (incluso sin habernos vuelto a ver tras abandonar Lituania!). El tiempo dirá si también quedarán amigos tras la experiencia belga.

Por lo pronto, el sábado formamos un grupo bastante numeroso para irnos de visita a Amberes y Malinas. Las ciudades en sí me dejaron bastante indiferente, aunque habrá -por supuesto- quien se lleve las manos a la cabeza al leer esto. Las míticas construcciones flamencas llaman la atención las primeras 100 veces. A partir de la 101 te parece que ya has visto todo, aunque tengo que reconocer que, de todos modos, tendré que darles una segunda oportunidad cuando el tiempo sea más favorable (quizás bajo la luz del sol llegue a apreciar más estas dos urbes flamencas).
























Fuimos en tren, y para llegar hasta allí pillamos un go-pass, que es un billete de 10 viajes por 50 euros, en el que hay que escribir los datos del viajero y las estaciones de salida y destino. Nosotros lo escribimos con un boli de los que se pueden borrar... y voilá! nos ahorramos una pequeña fortuna. Además los revisores no pasaron, con lo cual -y como esto siga así- lo mismo apuramos el mismo billete hasta el infinito. Íbamos 8 españoles y un belga, y aunque algunos no nos conocíamos de nada, admito que fue un gran día. Al poco de llegar ya catamos algunas de las cervezas típica de la región -el frío que hacía era importante, eso que quede claro-, pero nos pateamos bien Amberes. La catedral, el castillo, el barrio de los diamantes, el canal y el puerto... En la Grote Markt a los catalanes les dio por intentar hacer de castellers, pero cuando vieron que estaba complicado el tema, terminaron por arrancarse a bailar una sardana. Tuvimos risas, sí... Pero cuando salimos de allí casi estaba a punto de hacerse de noche, y aún nos quedaba Malinas.

De nuevo cogimos el tren, encima en primera clase, y no pasó revisor alguno. Malinas, sin embargo, nos decepcionó un poco. La catedral era impresionante, pero el frío era demasiado, y la estación de tren quedaba muy lejos del centro. Volvimos a Bruselas a tiempo para cenar tortilla de patatas en casa de Javi, y hacer fiesta en condiciones, por una vez. Volvió esa sensación de "familia en el extranjero".

Aunque a media familia la hemos despedido ya, porque los vascos sólo habían venido para hacer un intensivo de francés, así que este miércoles les dijimos adiós, y nos hemos quedado un poco huérfanos, para qué nos vamos a engañar. Nos hemos reído con ellos más allá de lo sano!! David, Javi, Íker, sabéis que tenéis que volver.

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