miércoles, 6 de febrero de 2013

Cuando a una aupair le suben el sueldo, todo lo demás no importa. (Mentira, desde la última entrada he hecho cosas muy interesantes, como ir a Gante, pero es que no tenía un duro).

29 de enero

Ésta es la vista desde Montgomery, la plaza y parada de metro por las que paso a diario. El arco que se ve al fondo es el del Palacio del Cincuentenario, y a fuerza de verlo le he cogido ya un cariño inmenso. Ya he empezado a ponerme al día con la cámara (por fin!), y de paso con el Photoshop, y miedo me da, porque no solo me gusta mucho, sino que se me van las horas volando mientras hago fotos, y el trabajo de fin de grado está quedando relegado a un discreto segundo plano.
Pero hay una "excusa" más válida, y es que hoy he empezado las clases de francés. Soy la más joven de la clase, un par de personas rondarán los 25, pero el resto pasan de los treinta. Lo mejor de todo es que el porcentaje de hispanohablantes no es tan elevado como yo me temía... somos tres españolas, dos venezolanas y una colombiana. El profesor es genial, bilingüe en francés y neerlandés, me entero de absolutamente todo lo que dice (en un primer momento tenía mis reservas), y hace que las 3 horas de clase no se hagan pesadas del todo. He salido bastante contenta, creo que la experiencia en la VUB va a ser buena para mí... por lo pronto, 6 horas de clase a la semana, de febrero a junio, por 130 euros :D

Los fines de semana, por otra parte, empiezan a esfumarse cada vez más rapido. No los siento. Debería aprovecharlos para descansar, porque los viernes termino echa un escombro, pero desde el sábado por la mañana no paro. Salgo de casa a las 11 de la mañana y vuelvo por la noche, y el domingo igual. Porque los planes se solapan, y no hay quien diga no a ver Django unchained en un cine bastante original, ni a buscar un bar cualquiera en el que pongan partidos de la Liga, ni a planificar viajes a Gante y a Luxemburgo.
Total, que llegan los lunes, y estoy casi peor que el viernes anterior... Pero no me quejo, obviamente, porque los días se deslizan solos, y si eso sucede es porque los disfruto al máximo. Pienso que ya es febrero, pienso dónde estaba el año pasado por estas fechas, y con quién, y me entra un vértigo que no soy capaz de controlar. El tiempo se esfuma.
Así que, aunque tampoco quiero enloquecer, estoy dispuesta a exprimir mi estancia en Bruselas, que si algo me enseño Kaunas fue que el momento presente es lo que vale, lo que tenemos. Y, por lo tanto, lo que hay que aprovechar.


El miércoles pasado, junto a Verónica, otra au pair, fui a cortarme el pelo gratis a una peluquería llamada Blow, en la que trabaja una chica española que está de prácticas. Había puesto un anuncio en Facebook pidiendo chicas para cortar y peinar, y allá que fuimos. Una peluquería impresionante, helada me quedé cuando me dijo que por el corte de pelo que me acababa de hacer tendría que haber pagado 60 euros, si no fuese porque ella tiene que practicar. Además nos dijo que para primavera necesitará gente para hacer colores, así que me apunté también. Voy a volver pelirroja, aviso. 

Pero si algo marcó la semana, fueron los partidos de fútbol y el viaje a Gante.

Los partidos, porque conocí a mucha gente nueva, entre ellos un par de estudiantes de Periodismo (yiiija!), y porque tratando de llegar a casa de unos amigos para ver al Atleti el jueves, me perdí (pero de esto que es noche cerrada y tú andando por calles muy turbias y acordándote de toda tu ascendencia) y caminé muchísimo tiempo por una zona de la ciudad anteriormente desconocida para mí.

Y Gante... pues por ser una ciudad pequeña y encantadora. Fuimos en coche (está a unos cuarenta kilómetros de Bruselas) con Metallica a todo trapo. Por la mañana hacía muy buen tiempo. Tanto que no nos lo creíamos, salió el sol y todo. Paseamos por la ciudad tranquilamente, entramos en la catedral (impresionante), vimos su Rubens, sus catacumbas, cada ínfimo detalle... y cuando salimos ya teníamos ganas de comer. Y el clima belga volvió a mostrarnos su inclemencia, porque de pronto empezó a nevar y a llover, lo que hizo que el almuerzo se extendiese mucho más de lo esperado, pero fue uno de estos momentos que sólo se pueden describir como increíblemente geniales, en los que nos reímos de todo, y que terminó con la aparición de un grupo de chavalas inglesas que se sentaron en una mesa enorme, sacaron formularios y lechugas de sus bolsos y se pusieron a hacer un trabajo para la universidad (es que nos picó la curiosidad y terminamos preguntando, estaréis de acuerdo en que era una estampa rara, y más estando como estábamos en un McDonalds -sí, el presupuesto no nos daba para otra cosa, vale?-). Pero por fin dejó de llover y, aunque el frío estaba empezando a rayar lo insoportable, salimos a pasear por los canales. No parábamos de encontrarnos gente en pantalón corto, terrible visión de todas aquellas piernas completamente ROSAS a causa de las bajas temperaturas. Hicimos cosas típicas de turistas: paseamos, saludamos a los guiris con pasta que recorrían los canales en barquitos, le cortamos el momento de soledad y reflexión a una chica que había acaparado el rincón más bonito desde el que observar el agua, nos encontramos con varios españoles, nos hicimos tropecientas fotos y huimos en busca de un bar donde tomar un café calentito (dimos con una cafetería preciosa, llena de gente muy guapa). 

Y después de todo eso volvimos a Bruselas, habiéndonos jurado volver a Gante cuando haga buen tiempo, con la intención de disfrutarlo más. Personalmente, pasaría un fin de semana allí encantada.

El domingo trabajé desde las 12 de la mañana hasta la hora de cenar... porque los padres se fueron a Charleroi a ver la Copa Davis. Ni siquiera supieron decirme a qué hora iban a volver, así que mi cabreo fue en aumento durante todo el día. Al menos, las niñas se portaron bien. La pequeña tenía una fiesta de cumpleaños, y no la trajeron de vuelta hasta las 4 de la tarde, así que me dediqué a inventar coreografías y cantar canciones de Katy Perry con la mayor (sí, parecía una estampa de dos hermanas felices en una película americana), y luego echamos una partida infinita al monopoly del Señor de los Anillos. Finalmente vimos Merlín en encantador. Yo me estaba preparando para "mostrar mi descontento" cuando volvieran los padres, pero nada más subir las escaleras me dijeron que habían decidido subirme el sueldo 100 euros, porque estaban muy contentos conmigo. Así que me callé y me fui a ver el Barça-Valencia. 

Y desde el lunes, poco nuevo ha pasado, por fin estoy con el Trabajo de Fin de Grado a tope, espero que no me lleve por el camino de la amargura, y que nuestra relación sea cordial y, sobre todo, breve. Pero mañana Mariano Rajoy se dejará caer por aquí, así que me voy a ir a la sede del PP en cuanto salga de la academia, a tirarle unas rodajitas de chorizo. Ya os enseñaré las fotos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario