miércoles, 5 de diciembre de 2012

Felicidad nivel au pair.

Acabo de terminar de ver la Bella Durmiente (uaaaargh) con una niña asustadísima al lado, un gato al otro lado, y un segundo gato muy gordo durmiendo encima de mí. Terrible la estampa
¿Cómo he llegado a esa situación? Veamos...

Hoy ha sido un día de esos relajados, bonitos, normales, sin más... dejando a un lado la lluvia, que ya definitivamente no desaparece jamás (a no ser para volver convertida en nieve, claro). Ha venido Margaret, la antigua babysitter, que se vuelve a Islandia por unos cuantos meses, con lo cual el día ha ido rodado. Hasta que hemos vuelto de la piscina. Porque la madre se iba con la hermana mayor al ballet, a ver El Lago de los Cisnes, y en cuanto se han marchado ha empezado la guerra. No quería cenar, no quería escuchar, no quería hacer nada que no fuera terminar de ver la película que habíamos empezado al volver de la piscina. El hermano mayor estaba dando clase de piano con su finísimo profesor al otro lado del pasillo, el padre aún no había vuelto a casa, y la abuela ya se había rendido, así que al final la he dejado sentada en las escaleras con su tremendo drama (es brutal lo de los llantos de mentira, me acuerdo cuando me lo decían a mí de pequeña... ). Y la media hora siguiente ha sido un cachondeo, la abuela y yo cenando solicas en el enorme comedor, yo chapurreando francés en la conversación más larga (y para nada incómoda, por cierto) que he tenido en ese idioma en mi vida. Qué maja la abuela, es una pena que mañana se vuelva para Francia.

Pues estábamos empezando a recoger los platos cuando de repente ha aparecido la pequeñaja, con una corona, una capa y no sé cuántas cosas más -supongo que para disfrazar su orgullo herido, pero nos ha dado la risa al verla...-, se ha sentado a la mesa y se ha comido un plato de pescado+arroz+brócoli que no se lo saltaba un gitano. Y al terminar de nuevo se ha deshecho en mimos conmigo, que como una boba he caído, y en vez de dejarla viendo la película en soledad, me he quedado con ella. Y mira que odio la Bella Durmiente. El caso es que se ha muerto de miedo en cuanto ha aparecido Maléfica, y nos hemos tenido que acurrucar las dos en un cuarto de sofá, con las dos mantas por encima (y un calor...) Pues en esto que se asoma Lilly por la puerta -Lilly es la gata buena, la pacífica, y la que pesa lo mismo que un ternero- y perezosamente se me tumba encima y se duerme. Y yo, inmovilizada. Pues para terminar de arreglarlo, al rato aparece la gata mala, Nifty, que muerde y araña como una posesa, y a la que tengo bastante pánico. Y se ha hecho una bola y se ha acurrucado a mi lado derecho. Con lo cual, imaginaos el cuadro: sudando la gota gorda, con las piernas dormidas bajo el peso de Lilly, la pequeña llorando cada cinco minutos, y yo intentando no moverme por si Nifty se volvía loca y me mordía o algo... 

Cuando ha llegado el padre y ha abierto la puerta, se ha empezado a reír y me ha dicho que si quiero, me lleve a Nifty por Navidad a Madrid, que parece que me ha cogido cariño... 

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