lunes, 25 de julio de 2011

Día1: Viaje y llegada

¡¡Ya estoy aquí!! 
No hace frío, ni llueve. Es más, la temperatura de la habitación debe rondar los 30 grados y me estoy achicharrando dentro de mi pijama de invierno... (No, no puedo abrir la ventana porque entonces los mosquitos-tiburón que pululan por aquí vendrían a comerme).

Comencemos... Podría empezar dando los motivos (y son muchos) por los que el precio de la residencia en la que me alojo es tan barato, pero hablaré primero del viaje. 

Salir de Barajas ha sido una odisea de kilos de más en la maleta, una forma bastante desagradable de empezar esta aventura, pero finalmente me he visto sentada en un avión rumbo a Riga, capital de Letonia. Digamos que he dormido la mayor parte del viaje, porque anoche con los nervios no pegué ojo, pero estaba bastante tranquila. Tras cuarto horitas de vuelo, hemos llegado a Riga y se ha montado un jaleo porque a nadie le quedaba muy claro cuál era su próxima puerta de embarque. Riga es el primer destino de AirBaltic, y que de ella salen vuelos hacia varios países de la Europa del Este y algunos países nórdicos, como Finlandia. En resumen, que cada uno iba hacia un lado, y para colmo los azafatos sólo han anunciado las puertas de los pasajeros que embarcaban inmediatamente. Es decir, que me he visto en mitad del aeropuerto, tratando de buscar una pantalla informativa de salidas y sin entender prácticamente nada (benditos carteles en inglés! –pocos, pero benditos-). Al final he conseguido dar con la mini puerta de embarque, que estaba al final de un mini pasillo (todo era escala liliput en ese aeropuerto, lo juro) y me he sentado a esperar.

Entonces ha aparecido una chica cuya cara me sonaba ya de haberla visto en la reunión informativa que tuvimos en la Universidad, y me he acercado a preguntarle… en efecto! Española, estudiante de periodismo y economía y compañera de fatiga. Aunque realmente estaba resultando agradable la sensación de “uala, estoy viajando yo sola”, necesitaba hablar con alguien YA. Y así se nos ha pasado el rato, hasta que hemos cogido el otro avioncito que nos ha traído hasta Kaunas.

¿Qué se ve por la ventanilla cuando se sobrevuelan las repúblicas bálticas? Pues veréis: el terreno no cambia, las tres forman parte de una vasta llanura que no se puede abarcar con la mirada. A vista de pájaro todo parecen tierras de cultivo, entrecortadas de vez en cuando por multitud de bosques, y por ríos bastante caudalosos que parecen seguir un curso que no tiene ni orden ni concierto. Y los núcleos urbanos son pequeños pueblos de casas unifamiliares que parecen surgir de la nada. De hecho, son pocas las carreteras que he podido ver desde allí arriba. 

Aterrizar en ese avión enano me ha dado bastante impresión, todo hay que decirlo, parecía que en cualquier momento se descoyuntaría y saldríamos todos rodando por la pista. Sin embargo, bajar y ver la puesta de sol ha sido una preciosidad. Un cielo inmenso, todo rosa y morado, con una marea de nubes cubriendo el horizonte y sin un solo edificio alto que impidiese disfrutarlo. 

Justo después de recoger el equipaje, tras atravesar un pequeño pasillo, nos estaba esperando Zydrune Zymayte, que es la encargada de los treinta locos que hemos decidimos pasar un mes aquí estudiando lituano. Por ahora, además de María, he conocido a Michael, un alemán que va a estudiar a Vilnius el segundo cuatrimestre de este curso. Los cuatro hemos subido al coche-latadesardinas de Zydrune, y a 70km/h (velocidad que indicaban las señales, y eso que íbamos por una autovía) hemos llegado por fin a Kaunas.

¿Qué deciros? La primera impresión no ha sido demasiado entusiasta, pero porque son muchos los factores en contra: venía cansada, sucia, ya era de noche y además hemos ido directos a la residencia, por lo cual no hemos visto mucho de la ciudad. Pero era todo demasiado oscuro.

Y ahora… lo mejor. La residencia es del año de la pera o más antigua quizás. No es que se caiga a cachos, pero creo que si esta noche me doy la vuelta en la cama, la que me caeré soy yo.  Tenemos neveras en las habitaciones, sí, pero para llegar al enchufe más cercano necesitaría un alargador de tres metros, del cual carezco. Y no hay perchas y las cocinas dan bastante asco. Pero hemos puesto al mal tiempo buena cara y nos hemos ido a comprar algo de cena. Todo baratísimo, así da gusto. Hemos fichado ya un McDonlads para casos de emergencia (lo siento, mamá!) y nos ha dado bastante miedo volver a la resi por calles oscuras y desiertas. Y eso que sólo eran las 11 y media! Definitivamente, después de las nueve de la noche, esto muere. El alemán no dejaba de decir, atónito: “pero si todo está vacío, ¡¡vacío!!”. Hemos vuelto a cenar, y ya a dormir.

Yo he pasado de deshacer maletas, la pereza es infinita. Mañana, que es un día-limbo, lo dedicaremos a recorrer toda la ciudad y a hacer compras necesarias; también a colocar el equipaje en condiciones. Y el martes empezaremos las clases, yujuuuuuu.

En fin, me voy a dormir a una cama enana que tiene sábanas de los 101 dálmatas mientras oigo las voces de los estudiantes lituanos que pululan más abajo del cuarto piso (5º y 4º van a ser santuario erasmus, el resto está ocupado todo el año por estudiantes de aquí).

Besos :)  from Kaunas

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