jueves, 8 de marzo de 2012

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Aunque para algunos de los Spaniards la expresión "territorio nacional" no tenga significado alguno, la verdad es que se agradece la facilidad que tendremos para estar en contacto en un futuro próximo. Poder coger un tren, un bus o un avión baratísimo es un pequeño y seguro milagro que hace más llevadero el sentimiento de abandono que ya me invade algunas noches, pensando en futuras separaciones.

Pues bien, la primera -y, para una servidora, una de las peores- despedidas de este segundo cuatrimestre ha tenido lugar hace diez minutos. De las peores porque de España a Turquía hay varios miles de kilómetros; porque las personas que se hallan cerca de la treintena tienen una vida bastante ocupada, alejada de la libertad estudiantil y, por lo tanto, menos tiempo para viajar y muchas más ocupaciones; porque es necesario un pilar en medio de este desvarío de residencia, una referencia, esa persona que ve tu vida desde fuera y aporta el otro punto de vista, el abrazo más seguro cuando Madrid y el Norte llaman y queman y te recuerdan todo lo que ya no está;  porque una de las maravillas del Erasmus es la desaparición de las barreras culturales, el descubrir que, pese a las mil y una diferencias, no somos tan distintos.

Porque es triste pensar que quizá nunca vuelvas a ver a quién estuvo tan cerca de ti.
Porque querría llevármelos a todos conmigo a Madrid.

"Y no preguntes jamás
qué perdimos cuando lloramos.
Gracias a aquellas lágrimas
ahora somos el mar"

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